Pertenecientes a una vieja estirpe, que quizá data de época anterior a los dinosaurios, las tortugas pueden considerarse, entre los reptiles, como fósiles vivientes. Poseen todas un sólido caparazón unido al esqueleto, en el que ocultan en caso de peligro las partes sensibles de su cuerpo.
La tortuga de cabeza ancha es una excepción a esta regla general, porque no puede recurrir a tal actitud. Si llega a colocar sus patas en lugar seguro, su cabeza, demasiado voluminosa para hallar espacio en su fortaleza personal, siempre queda expuesta a los peligros del mundo exterior.
Los plastitérnidos, que los anglosajones han bautizado como “tortugas de cabeza grande”, viven en los torrentes de montaña del Sudeste asiático, China meridional, Tailandia e Indochina. Con una longitud aproximada de 40 centímetros, están armadas de un pico curvado semejante al del loro y dientes sólidos. Estos animales llegan a escalar las rocas y trepar a los árboles para ir en busca de su alimento.
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